La paradoja de Epiménides & la fotografía de Reinaldo Cid


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Vista de "All in", exposición personal de Reinaldo Cid en La Nave, Génesis Galerías de Arte.

Por: Noel Alejandro Nápoles

Fotografías: de las obras en sala, cortesía del artista y de la visita a la exposición, Leonor Menes Corona.

Duda de todo.

René Descartes

 

¿Qué es la fotografía: el signo de un referente o el referente de otro signo? ¿Sigue siendo hoy la foto sinónimo de verdad? ¿Existe algún proceso histórico actual que sirva de fundamento a los cambios que se han producido en la fotografía contemporánea? La exposición All in, realizada por Reinaldo Cid en la galería La nave del Proyecto Génesis, entre diciembre de 2022 y enero de 2023, es un inteligente ensayo fotográfico que ronda estas interrogantes.

 

I

 

El título de la exposición, All in, proviene de una frase de casino que significa apostarlo todo a una sola posibilidad. Rey lo apuesta todo a cuatro piezas de pequeño formato, en blanco y negro, y plata gelatina —"Axiomas", "Elixir", "All in", "Sentencia"—, todas del 2022, las cuales discursan sobre asuntos como la incertidumbre, la codificación irresoluble, el azar o el último reducto de la certeza.

"Axiomas" es una serie de fotografías, montadas en portaplacas o chasis de 4 x 5 y 5 x 7, que es donde se ponen los negativos, en las cuales aparecen imágenes de varios sistemas de seguridad (cajas fuertes, puertas, etcétera), que requieren de un código desconocido e incognoscible por el espectador. La imagen, ni más ni menos, se torna enigma. Maniobra evidentemente antipoética porque la poesía, a la inversa, suele traducir el enigma en imagen. Siendo orgánico con su concepto, Rey no parte del acto de fotografiar objetos reales sino de imágenes que están en internet, las traduce analógicamente, las imprime y las expone en soportes y materiales típicos de los procederes analógicos, como los chasis y las presillas, las cubetas y la mesa, el agua y la emulsión. De este modo juega con la creencia de que la fotografía analógica es más veraz y confiable que la digital. Al respecto, una pieza es icónica: en un chasis, la cuchilla, cual guillotina en movimiento, queda congelada en un instante y solo deja ver en la foto la palabra “TRUST”, confía… Sentido mutilado, no por el dedo que obtura, ni por el ojo que encuadra, sino por la mente que discrimina. Es cierto que el arte de la fotografía constituye un proceso de edición constante, pero no hay por qué hacer de la mentira un oficio, ni por qué convertir el aparato fotográfico en una guillocamaratina.

De la serie Axiomas, 2022. Fotografía en plata gelatina, porta placa 4 x 5. Dimensiones variables.

© Leonor Menes Corona

Después de las dos series que conforman la pieza inaugural, viene una segunda pieza compuesta por una sola foto: "Elixir", que representa una bóveda de banco. Si "Axiomas" señala un cimiento irreductible: el código indescifrable, "Elixir" apunta a un embriagante emblema del poder: el dinero. Lo desconocido conduce a lo incognoscible: el límite del conocimiento vislumbra su horizonte en el conocimiento del límite. Todo, con imágenes pequeñas. Y es que la gran fotografía es aquella que, independientemente del formato, dice mucho con silencios. Apariencia insignificante, esencia trascendental. Esta fotografía de pequeño formato y en blanco y negro es significativa porque calla en medio del bullicio cromático y porque renuncia a impresionar con el tamaño para impactar con la inteligencia. En este sentido, la bóveda del banco recuerda algo que no conocía y que Cid me explica: una cámara anecoica, espacio cerrado al ruido, donde se fabrica el silencio.[1] Sea como sea, estamos en presencia de una mente oceánica, como diría Yogananda, en la que las ballenas de la inspiración apenas si dejan estela…

Elixir, 2022. Fotografía en plata gelatina, soporte de acero inoxidable para revelado 18 x 24 cm.

Construidos los códigos en las dos primeras piezas, Cid se enfrasca en deconstruirlos en las dos últimas.

"All in" consiste en una mesa de los años cincuenta, sobre la que se han dispuesto cubetas multicolores con agua, en las que se sumergieron las fotos analógicas de tableros de bingo con algunas fichas enumeradas. El azar es sometido a la ley, el juego a la naturaleza. Al mismo tiempo, la intervención del artista —suerte de creador creado— llega un momento en que desaparece y la pieza se vuelve autónoma. Todo x nada. All in, nothing out. Contemplando esta pieza el espectador se pregunta ¿qué sucedería si el artista hubiese combinado este enfoque sincrónico con uno diacrónico? Quiero decir si, en vez de sumergir todas las fotos el mismo día, lo hubiese hecho a intervalos diferentes, de manera que pudiésemos ver en cada cubeta una fase distinta del proceso de descomposición del escurridizo azar por la inexorable ley. Pero basta conversar con Cid para darse cuenta de que no hace falta: aunque todos los experimentos partieron de un punto cero, luego, en el tiempo, han ido evolucionando de maneras no idénticas: la misma semilla ha dado distintos frutos, como en la parábola del sembrador, y eso va con el espíritu de la muestra.

All in, 2022. Reproducción fotográfica de tableros de bingo de la década del 50 en plata gelatina, fichas, cubetas, agua. Dimensiones variables.

© Leonor Menes Corona

La última pieza, "Sentencia", es un negativo fijado a una presilla, sobre el cual se leen dos coordenadas: 1/125 y f 11 —que son la velocidad y la apertura del lente, respectivamente, usadas en esta fotografía. El dato técnico es la única certeza en medio de tanta incertidumbre. A eso queda reducida la verdad en el arte fotográfico actual: a una ficha que explica cómo se ha manejado la luz. Todo lo demás aparece sombreado, oscuro, dudoso. ¿Será que, como decía Lezama y repite Rey, “definir es cenizar”?

En resumen, estamos ante una muestra perfectamente balanceada, dividida en dos momentos, cada uno de los cuales empieza con una serie que se redondea en una sola pieza final de sentido compacto.

Sentencia, 2022. Placa fotográfica 4 x 5, soporte de acero inoxidable para revelado 1,3 x 6 x 23 cm.

II

La exposición de Cid es un análisis de la fotografía contemporánea, el cual rebasa la simple opinión o la actitud meramente hedonista. Es un ensayo fotográfico sobre el significado actual de la fotografía, que mueve a pensar. Una disección del mismo podría estructurarse a tres niveles:

 
  1. Diagnóstico: contrario a su origen, la fotografía se ha vuelto más referente que signo.
  2. Causa probable: en el mundo contemporáneo rige un proceso de conocimiento que privilegia los sentidos y la comunicación (empirismo comunicativo) en detrimento de la práctica y la razón (racionalismo práctico).
  3. Consecuencia previsible: la fotografía se metamorfosea en nictogrnictogrnictografía. 

El proceso natural mediante el cual una foto —que es originalmente el signo de un referente—, al desaparecer la cosa representada, deviene referente ella misma, se ha violentado. La fotografía no es referente o signo: es signo y referente. El problema consiste en que la foto, no la cosa misma, se está convirtiendo en punto de partida, en axioma de la realidad, y no necesariamente con buenas intenciones. De este modo, se sustituye el objeto real por una copia, se altera la experiencia humana para manipularla, para hacernos creer lo que no es. Aquello que, como recurso artístico resulta válido, como gesto manipulador es totalmente cuestionable.[2] Por arte de birlibirloque, y muy a pesar de Eco, el nombre se ha vuelto… rosa.

© Leonor Menes Corona

Lo anterior pudiera estar relacionado con un proceso gnoseológico que se caracteriza por la sustitución progresiva del racionalismo práctico por el empirismo comunicativo, es decir, en el que los sentidos y la comunicación han desbancado a la práctica y a la razón como factores del conocimiento. No partimos de algo que vemos, razonamos o manejamos; nos inducen a tomar como punto de partida algo que nos susurran al oído. Todo nos es dictado. El empirismo comunicativo, típico de los medios de comunicación, se expresa en la manipulación de la fotografía como referente. El lema, hoy, no es “Crea” sino “Cree”, no es “Piensa lo que haces y haz lo que piensas” sino “Escucha lo que te digo y repite lo que escuchas”. El planeta es una gran iglesia. Bajo este proceso gnoseológico late otro de naturaleza histórica mucho más profunda, derivado del auge sin precedentes de la comunicación desde inicios del siglo xx, pero que no viene al caso.

El hecho es que, en las condiciones del mundo actual, junto con la tecnología, viene la guillotina. La precisión técnica va de la mano de la imprecisión semántica. Los contornos del objeto fotografiado se hacen cada vez más nítidos, más coloridos, más precisos, a la vez que su comprensión se torna más confusa, más inasible, menos confiable. Es la paradoja de una sociedad en la que “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Hoy, la luz exterior nubla, opaca, oscurece la luz interior. La verdad se ha vuelto mentira. La fotografía parece transformarse en lo que llamamos nictografía: del griego, nykta, noche, oscuridad, tinieblas, y graphos, escritura.

¿Cuál es, entonces, el hábitat de la verdad en un mundo en el que la infoxicación pretende suplantar la realidad objetiva? ¿Tenemos que renunciar a la verdad de los hechos? ¿Acaso el vector del desarrollo tecnológico implica necesariamente la mentira, o tan solo se trata de una visión sesgada del desarrollo que pretende erigirse en única opción? ¿Será que hoy lo único cierto es la falsedad, o es eso lo que nos quieren hacer creer?

© Leonor Menes Corona

III

En suma, Cid revela la manipulación manipulándonos, gesto que, dialécticamente, es una invitación a la mirada crítica. Encripta descifrando y descifra encriptando. Levanta una pared de mentira con ladrillos de verdad a la vez que nos grita la verdad susurrando mentirillas. Como quien parafrasea la famosa sentencia del cretense Epiménides,[3] el artista nos alerta: “todos los fotógrafos mienten”. Y he aquí la paradoja: si la frase es cierta, entonces es falsa porque Cid es fotógrafo y está diciendo la verdad; si la frase es falsa, entonces es cierta porque él, que es fotógrafo, está diciendo una mentira.

Usted ¿qué cree?

Cerro, 19.II.2023

 

 

[1] La cámara anecoica mencionada es un cubo de 6,36 m por cada lado que prácticamente flota dentro de seis capas de concreto, cada una de 30 cm de espesor, atado por su parte superior a 68 amortiguadores de vibraciones. Está situada en las profundidades de un edificio en la sede de Microsoft, en Redmond, Washington, donde se encuentran los laboratorios de hardware. Todo en ella está en función de aminorar el ruido: las paredes de concreto, las cuñas de espuma de absorción del sonido de 1,2 m que cubren la superficie de cada lado del cubo, los sellos especiales de las puertas, los cables de acero que amortiguan vibraciones. No en balde aquí se impuso, en 2015, el récord mundial de silencio con -20,6 decibeles, que es el ruido de fondo en su interior. Tengamos en cuenta que la respiración humana tiene 10 decibeles y que nuestro límite de audición es 0. En este entorno, que es el sitio más silencioso en el planeta, es fácil verificar los ruidos mínimos que hacen los equipos de Microsoft. Pero, además, se dice que, si se aguanta la respiración, uno puede escuchar los latidos del corazón y el fluir de la sangre por las venas. Tal vez algún día lleguemos los seres humanos a emular al cráneo, que es una cámara anecoica natural en la que podemos escuchar los pensamientos.

[2] En mi ensayo “Zarza: el Aleph cubano” (Artecubano 1/2021, pp. 8-12) defendí la hipótesis de que, contrario a lo que sugieren algunos semióticos como Umberto Eco (“antirreferencialidad semántica del signo”), existe la posibilidad de que el signo retorne a su referente original. Yo creo que eso sucede simbólicamente en la obra visual de Rafael Zarza, quien parece enfrascarse en lograr que el aleph reencarne en el toro. Es una manera subjetiva de cerrar el ciclo: del referente al signo y del signo al referente. El problema está en que las metáforas no pueden ni deben confundirse con verdades científicas. Por eso mi texto es un ensayo, no un tratado. Al arte lo que es del arte y a la ciencia lo que es de la ciencia.

[3] Epiménides fue un cretense que se recuerda por afirmar que “todos los cretenses son mentirosos”. La paradoja consiste en que, si lo que dice es cierto, entonces no se cumple pues él es un cretense y está diciendo la verdad y, si lo que dice es falso, entonces se cumple ya que está diciendo una mentira.


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